sábado, 30 de abril de 2011

Los últimos Guardianes (reflexión)

En diciembre del año pasado fui de viaje a una región del país llamada Petén, la cual es famosa por ser selvática. Ya había ido una vez, hace 10 años, cuando tenía 8. Y recuerdo ir simplemente maravillado con el selvático paisaje, había infinidad de árboles a los lados de la carretera, luego eran interrumpidos por aldeas pequeñas, pero aún así, al fondo de la aldea aún se podía ver la selva. Incluso recuerdo haber visto un tucán cruzar la carretera volando.

Bien, el año pasado, para estas fechas mi papá nos dijo que iríamos de vacaciones a Petén. Y regresaron a mí esas verdes imágenes. Pasé el resto del año esperando que fuera diciembre. Y cuando llegó el día de partir, esperé ansiosamente durante el largo trayecto (de unas 9 horas) ver de nuevo la imponente y misteriosa selva. Recuerdo que a los 8 años las dos últimas horas del viaje vi selva interminable, sin interrupción de poblado alguno. Pero ésta vez me llevé una inmensa desepción al ver que esas aldeas se habían convertido en pueblos enormes, con carros y motocicletas transitando bulliciosamente las calles asfaltadas, supermercados pequeños, abarroterías, casas, hoteles, de todo. Ya no había nada que pudiera llamarse selva. Más adelante, la planicie estaba cubierta por fincas ganaderas. Y entonces ví dos cosas que me rompieron el corazón en millones de pedazos, del lado contrario de la autopista venía un gran camión cargado con gruesos troncos recién talados. Y entre los cultivos y las rancherías vi dispersos y solitarios árboles gigantes de la selva, aún colgando de ellos helechos y musgo seco, se veían solemnes, pero tristes, como si fueran los Últimos Guardianes de la selva.

Finalmente llegué a la reserva forestal. El cambio fue abrupto, pues 20mt atrás habían estúpidas vacas bajo la sombra de una solitaria ceiba.

Me pregunto ¿porqué? ¿porqué cambiar el canto de las aves por el ruido de los motores? ¿porqué cambiar el verde de la selva por el gris de las cuidades? No permitamos que esto siga sucediendo. Y sé que como individuos es poco lo que podemos hacer, pero unidos, como país, como continente, como humanidad, podemos lograr que esta tala desconsiderada desacelere.

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